Cuando tenía 13 años, mis padres me compraron mi primera cámara, una Ricoh manual de carrete y sin zoom, con la que empecé a aprender conceptos como apertura, ISO o velocidad de disparo. Era una cámara manual 100% que me ayudó a entender como manejar la luz y calcular la exposición correcta
Enseguida empecé a merodear en las tiendas de fotografía y, al cabo de dos años, logré ahorrar lo suficiente para comprar una Olympus, también de carrete, pero con zoom. Era plateada, preciosa, y compacta.
Con el paso del tiempo, logré convencer a mi padre para que me dejara una SLR Nikkormat de objetivos intercambiables. Ya empezaba a parecerme a todo un pro.
Con el paso de los años, me di cuenta de que los profesionales siempre escogían Canon o Nikon, así que hice todo lo que pude para comprarme una Nikon D200 digital con un objetivo 18-55mm para poder fotografiar escenas donde un objetivo angular era absolutamente necesario y situaciones más normales, donde la visión de campo de un objetivo de 50mm era suficiente. Lo único malo es que no era full frame.
Enseguida me di cuenta de una cosa. Como fotografiar escenas o personas lejanas? Necesitaba un zoom! Empecé a buscar en catálogos, internet y foros y, después de mucho pensar (y no salir a sacar fotos) me compré un Nikkor 80-200mm, precioso, pesado y caro.
Ya tenía un equipo más o menos completo pero… como hacer fotos macro? Que pasa si, para fotografiar un pájaro necesito un objetivo de 500mm?
Todas las respuestas que encontré en las webs de Nikon o Canon, en foros de fotografía o en webs especializadas iban encaminadas a la solución más directa: un objetivo para cada situación.
NO!
Después de haber utilizado un equipo completo de Nikon, Leica y Hasselblad la experiencia me indica todo lo contrario.
La fotografía no consiste en tener una colección de cámaras y objetivos para cada situación. Si tenéis una vitrina llena de objetivos preciosos e inmaculados…vendedlos!
De hecho, cuanto menos equipo se tiene, mejores fotos se hacen. Por qué?
Para hacer buenas fotos lo único que hace falta es ver la foto antes de apretar el botón. A esto se le llama «visualización». Con la idea en la cabeza, focalizarse en la cámara, en los objetivos, filtros y demás cachibaches es un error.
Sin fabricantes como Nikon, Canon, Sony y otros, la fotografía no sería como la conocemos hoy. Sin embargo, todos ellos tienen un objetivo común: más ventas este año y más ventas al año siguiente. Su marketing y publicidad nos hacen creer que no pueden hacerse buenas fotos sin lo último. Y, casualmente, lo último siempre es lo más caro. Lo último siempre son más megapíxeles, más rango dinámico y más de todo, aunque no haga falta.
Después de todos estos años me doy cuenta que realmente he hecho muy pocas fotos que valgan la pena con objetivos ultra gran angulares. Me doy cuenta que no tiene ningún sentido utilizar teleobjetivos de 500mm como los fotógrafos profesionales en los campos de futbol; si quieres fotografiar algo que esté lejos, gástate los 10.000 Euros que vale uno de ellos en unas zapatillas y, con el resto, vete de viaje. Hacer fotos no es para francotiradores.
Utiliza menos para disparar más.
Henry Cartier Bresson solo utilizó un objetivo de 50mm en su legendaria Leica (básicamente porque en sus inicios no tuvo más dinero para otros). Galen Rowell dijo que la mayor parte de sus fotos podría haberlas hecho con un objetivo de 24mm y un zoom tipo 70-200mm. El día que tomó la foto que véis abajo, el resto de sus compañeros estaba demasiado cansado en cargar con el equipo todo el día pero el, que andaba ligero, pudo correr los dos kilómetros para encontrar la composición correcta.
Visualizar y componer lo es todo. Una vez se aprende una cosa y la otra, lo único que hace falta es la cámara que tengáis en el cajón y un par de zapatillas cómodas.